¿Por qué a veces es más fácil hablar de Dios con mis amigos no cristianos?

Todo empezó en un café

Era una tarde normal en la universidad. Habíamos salido de clase y, como casi siempre, nos sentamos un rato a hablar en la cafetería. Estábamos tres personas: yo (cristiano desde que tengo memoria), un amigo que se considera agnóstico y una compañera que no cree en nada, pero que siempre tiene preguntas interesantes. En medio de la conversación, sin que nadie lo forzara, salió el tema de Dios. Y no sé cómo explicarlo, pero me sentí más cómodo hablando con ellos de mi fe que con muchos de mis amigos cristianos. Sin miedo a que me corrigieran, sin presión de tener todas las respuestas. Solo compartí lo que creo, lo que siento, lo que he vivido.

Con los de adentro a veces pesa más el juicio que el amor

No estoy diciendo que todos mis amigos cristianos sean así, pero es cierto que a veces en nuestras iglesias o grupos nos cuesta escuchar sin corregir. Siento que hay una expectativa tácita de decir “lo correcto”, como si Dios necesitara abogados, no testigos. Y cuando uno duda, o no tiene una respuesta bonita para todo, aparece la culpa. Me ha pasado que, por decir algo sincero como “últimamente no he sentido a Dios tan cerca”, alguien me responde con un versículo como quien lanza un curita sobre una herida profunda. No quiero que me prediquen. Quiero que me escuchen. Quiero que me acompañen.

¿Y si compartir la fe fuera simplemente compartirnos?

Ese día en la cafetería no traté de convencer a nadie. Solo conté que para mí orar no siempre es fácil, que hay veces en que leo la Biblia y no entiendo nada, pero que aun así hay algo —o Alguien— que no me suelta. Ellos no me interrumpieron para decirme que estaba equivocado. Me hicieron preguntas genuinas. Se interesaron en cómo vivo mi fe en la universidad, en qué significa para mí guardar el sábado cuando hay eventos importantes o parciales ese día. Me sentí libre. Sentí que podía ser cristiano sin tener que parecer perfecto.

La fe es más fuerte cuando es vulnerable

Lo más curioso fue que, después de esa conversación, uno de ellos me escribió para agradecerme. Me dijo que nunca había escuchado hablar de Dios de una forma tan honesta. Me hizo pensar que tal vez esa es la clave: dejar de hablar desde la certeza absoluta y empezar a hablar desde la experiencia vivida. Ser cristiano en la universidad no es llevar un manual bajo el brazo. Es caminar, tropezarse, levantarse, y aun así seguir creyendo. Y cuando compartimos desde ese lugar de vulnerabilidad, algo se enciende. En nosotros y en los otros.

Quizás Dios también se sienta más cómodo ahí

A veces pienso que Jesús también habría preferido estar en esa mesa con mis amigos “no cristianos” que en muchos de nuestros debates religiosos. Porque ahí no había máscaras, ni respuestas aprendidas. Solo personas intentando entenderse, abrirse, y encontrar sentido. Quizás por eso se me hizo más fácil hablar de Dios con ellos. Porque no sentí que tenía que defenderlo. Solo presentarlo, como quien presenta a alguien que ama. Sin adornos. Sin filtros. Solo así.

No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades…

Hebreos 4:15

¿Te ha pasado algo parecido?

¿Con quién se te hace más fácil hablar de tu fe? ¿Has sentido alguna vez que en la iglesia no hay espacio para la duda o la vulnerabilidad?
Cuéntamelo en los comentarios. Quiero leerte.

🤍

Lo que te perdiste

La vez que elegí estudiar en sábado

Lo que sigue te va a gustar

Me alejé… y no sabía cómo volver

Cuéntanos qué piensas

¿Te animas a compartir tu historia?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

No te pierdas nuestras novedades

Recibe historias, tips y reflexiones frescas directo en tu correo. Sin spam, solo buen contenido para tu vida en la U.
Pura inspiración, cero spam ✨